Extractos

  Nos encontramos en el umbral de la segunda rueda del maravilloso concurso de carnaval y ya estamos más que en condiciones de sentarnos nuevamente a discutir las falencias y virtudes que algunos conjuntos traen a cuestas.

  En lo que respecta a la temática general de la crítica política, que para los seguidores y conocedores de cierta historia no tiene ninguna sorpresa, clara y explícitamente le recuerda a la derecha (que parece se está enterando este año) que las expresiones y corrientes artísticas han sido en su mayoría bastiones de la izquierda, y en nuestro país, los textos, los símbolos y las imágenes que acompañan a las murgas han sido y serán siempre de izquierda (moderada, radical, centrada, pero de izquierda al fin).

  Febrero 2022 trae a sus espaldas un par de años intensos, los artistas y letristas tienen libros de textos y cuartetas escritas e ideas para plasmar y referenciar a la derecha colisionada, perdón, coalicionada, que logran convertir cada tablado en un comité barrial por más que le duela y moleste a más de uno, y como si fuera poco, este año el concurso lleva el nombre de "Dr. Tabaré Vázquez" porque como dice el dicho: si no te gusta la sopa dos platos y en este caso para el señor de la derecha con bastante sal y pimienta.

  Ahora, tratando de retomar la idea que llevó a sentarme a escribir sobre el tema y el que fuera el disparador inicial, ¿qué extraño límite existe entre tener un buen coro acompañado de un buen texto?, ¿en qué momento fuimos testigos y víctimas de la separación existente entre ellos?, ¿a quién se le ocurrió cortar el hilo rojo?.

  Por suerte, como todo en la vida, existen los que rompen el molde, esos que en nuestro caso nos sorprenden con una maravilloso contenido al mismo tiempo que nos despeinan con un magnifico coro que brilla aún más cuando los pentagramas musicales acompañan a la par, pero no tiren cuetes, no le roben el bombo, los platillos y el redoblante a ninguna batería de murga, porque lamento informarles que esos casos son sumamente aislados, casi únicos, y temo decir que en vías de extinción.

  La incursión de murga joven en el concurso oficial abrió una puerta ya imposible de cerrar o filtrar, con ellos vinieron la frescura, el espíritu revolucionario, y las ganas de cagarse en cuanta norma o reglamento hubiera, creo que más de un componente no debe haber cambiando el tono de voz lo que da como resultado algunos baches auditivos (aunque la biología diga que ya están recontra desarrollados para algunas cositas, algunos insisten y se escudan que todavía no han cambiado la voz y tienen actitudes y comportamientos como resultado de su inmadurez). A la par de los jóvenes tenemos a los históricos carnavaleros, esos dinosaurios del tablado que aún se niegan a apagar las bombitas amarillas y a aceptar el paso y peso de los años en sus gargantas, pero que cuando logran sacar, secar y alinear esas cuerdas vocales nos mueven hasta el último pelo aunque la duración sea la misma que la vida de una mariposa. Entre estos dos extremos está el resto, y ahí si que abran la puerta que van a entrar cantantes pop, cómicos de stand up, caras bonitas, caras feas, bailarines, imitadores y cuando espécimen sirva para completar la ficha de inscripción de componentes, y que claramente poco importa si cantan bien, mal, si traen consigo textos buenos o frases de Paulo Coelho.

  Para quiénes buscamos aún ese tándem del buen cantar y el buen contenido, el carnaval trae a cuestas varios trabajos extras: recuperación y regeneración auditiva, creación de dialectos y puteadas nuevas cada vez que trasnochamos para terminar escuchando algo que no valió la pena, capacidad de adaptación con el entorno del público para aplaudir y reírnos con alguna mecha (si estábamos en casa la sonrisa del Maestro Tabarez tendría más curvatura que la nuestra), y el recortar los audios de las actuaciones con el motivo de crear una carpeta correspondiente a cada año y que llevará el nombre de "extractos".


 


1 comentario:

Gabeto dijo...

Muy linda reflexión hungara. La verdad este año note un montón excepto honradas excepciones esta diferencia abismal entre lo textual y el canto. O quizas sea la nostalgia por otros carnavales que nos hicieron enamorar de esto